miércoles, 2 de marzo de 2011

Yo, ¿mamá?

Antes de entrar en pánico, pensaba que quizás fuese mejor documentarme sobre aquello que se me venía encima. Por lo tanto, he hecho lo que cualquier persona inteligente haría: he buscado en Google.
Una de las primeras cosas que he encontrado ha sido un test: Descubre en 3 minutos si estás preparada para ser madre. Mi resultado final fue el siguiente: no estás preparada. ¿Pero qué tipo de resultado es éste? Eso ya lo sabía yo sin necesidad de hacer un test.
Veamos el siguiente link. Ah, un vídeo de un parto. Los directores de cine gore estarían orgullosos de la cantidad de papás que entran en la sala de parto con sus videocámaras para filmar a sus mujeres, las cuales, como bien han dejado establecido las Sagradas Escrituras, dan a luz con muuucho dolor.
Y más sitios, y más albums de familias felices, y más blogs y foros, de los que sólo al leer los títulos me venían escalofríos.
Al final he descubierto cuál era mi problema: el mito de la madre. En el imaginario colectivo, la madre es, en la mejor de las hipótesis, una serena treintañera con un suéter de cashmere y pantalones, collar de perlas al cuello y media melena. Ir a la compra es su actividad principal y la hará varias veces por semana sin olvidarse nada, por supuesto. Según la publicidad y las series de televisión elige siempre los alimentos más frescos para su familia y hace meriendas de lo más chic para sus hijos y sus amigos.
La madre cocina para toda su familia y, a menudo, sobre todo los domingos y las fiestas de guardar, lo hace para sus suegros y demás parentela. Pero no les prepara una comida precocinada, ¡no! ¡Les prepara una paella!
La madre, aquellas pocas veces que sale, va a cenar con otras parejas de padres o —si quiere vivir una noche loca— al cine. No obstante, después de medianoche no las encuentras en ningún sitio.
El Texto Sagrado de la Súper Madres dice que es bueno y justo sacrificar: la vida social, la depilación, la ropa sexy (lencería incluida), los viajes en pareja, las cenas románticas, las noches después de las cenas románticas, el lado infantil y divertido… y muchos sueños y aspiraciones. Siguiendo estas reglas de vida se consigue llegar al paraíso de las Súper Madres, donde se puede dormir de ocho a nueve horas seguidas sin ser absolutamente molestadas y con Supernannys disponibles veinticuatro horas, los siete días a la semana.
Parecía que la idea era que, una vez convertida en madre, la persona que era antes se tuviera que disolver en silencio en una rutina absolutamente despersonalizada, tranquila y resignada.
Por ello, la primera regla que me he dado a mí misma ha sido: serás la misma persona que eras antes de ser madre, con los mismos sueños y aspiraciones; planificarás los viajes para tres en lugar de para dos; en los cajones convivirán pacíficamente los tangas y los pañales.
No pretendía ser una de esas “no madres”, que pretenden vivir como si fueran unas eternas adolescentes aún teniendo a cinco niños correteando por la casa. Pero tampoco lasúpermadreperfecta, ese OGM que vemos en muchas series norteamericanas.
Os tengo que confesar que darme esta regla antes de que el bebé naciera me ha tranquilizado bastante.

No hay comentarios:

Publicar un comentario